D.José Sánchez Conesa, La Palma (Cartagena, Murcia)
PREGÓN V FESTIVAL “DE FLAMENCO VA” de SUCINA:
LAS LETRAS DEL FLAMENCO
Lo primero es agradecer a la peña organizadora esta invitación a pregonar un festival que no compite con sus vecinos de La Unión o Lo Ferro porque no es el mismo presupuesto pero que desde el minuto uno de partido entendieron sus organizadores que con los medios que contaban debían preparar un evento donde aquellos que desean abrirse paso en el mundo del flamenco pudieran mostrar sus cualidades ante el público, el gran juez. No es un concurso con vencedores y vencidos, es una muestra de jóvenes valores y como he escrito en un artículo en La Verdad, edición de Cartagena, si quieren conocer a quienes triunfarán en La Unión o en Lo Ferro, vengan aquí porque siempre pasan primero por este escenario. Todo ello gracias a Los Avileses, no me refiero al pueblo “del al lao”, sino a Paco Avilés y a Manolo Avilés. No son hermanos, pero casi. Perdonen mi atrevimiento pero propongo para cuando se instituya el título de “Hijo Predilecto de Sucina” que le sea otorgado a estas dos magníficas personas que contribuyen a situar en el mapa a Sucina, a que suene en el mundo de la cultura, del flamenco, de los medios de comunicación y de internet. Pero sin el apoyo de sus compañeras, de sus esposas, todo ello no sería posible y todos lo sabemos.
Paco me comentaba hace unos días que de joven no prestaba atención al flamenco, a pesar de que a su padre le gustaba e incluso fue minero durante un tiempo. Una noche, cambiando de canal descubrió en la tele un homenaje a Pericón de Cádiz, descubriendo que “aquel tío gordo le gustaba”, son palabras textuales. Nada me extraña porque es una maravilla escucharlo por alegrías de su tierra, soleares o la malagueña del Mellizo. Paco Avilés da gracias por ese descubrimiento que le ha hecho vivir más intensamente, conocer a gente interesante y aportar algo a la sociedad, a nuestra cultura. Enhorabuena Paco, porque eso es muy hermoso.
Os invito, público, a que disfrutéis de las actuaciones que se tiene proyectadas para estas noches y del homenaje a otro gran patrocinador del flamenco en la Comunidad Autónoma de Murcia y en España: Sebastián Escudero, fundador del Festival Flamenco hermano de Lo Ferro. Me alegra que coincida esta noche mi pregón con su merecido homenaje.
Esta noche quisiera hablaros de las letras del flamenco, su poesía. Muchas de ellas las podemos encontrar en jotas, malagueñas, parrandas, cantos de Pascua y otras muchas expresiones del folklore. Son préstamos que se hacen entre sí las músicas populares. Por cierto, Pepe Martínez es un catedrático de filosofía murciano, de Javalí Nuevo, que algún que otro año he visto por aquí en el festival ha escrito libros sobre este tema, el último precisamente titulado “Poesía flamenca”, junto al poeta Félix Grande.
“Cantando la pena, la pena se olvida”. Lo expresó muy bien Manuel Machado. El cante flamenco como cualquier otra cultura musical cumple una función consoladora del hombre pues cristaliza en arte el amor, el odio, la esperanza, el desasosiego que todos llevamos dentro. Echamos mano del canto como liberación, catarsis: “Cuando el español canta, es que está jodío o poco le falta”.
Lo escribió también Manuel Machado para que lo cantaran los cantaores: “No hay penilla ni alegría/ que se quede sin cantar. / Por eso hay más cantares/ que gotas de agua en el mar/ y arena en los arenales”. Volvió a acertar don Manuel y coincidió con otro poeta porque García Lorca definió el flamenco como “el cauce lírico por donde se escapan todos los dolores”. Por ello escribió el granaíno, de abuela totanera, estas líneas que ha cantado por bulerías Camarón: “¡Ay, qué trabajo me cuesta/ quererte como te quiero!/ Por tu amor me duele el aire, / el corazón/ y el sombrero”. Estas bulerías formaban parte del disco mítico “La leyenda del tiempo” que grabó Camarón hace más de treinta años con músicos de rock y jazz. Paco de Lucia, Camarón y Enrique Morente han protagonizado el flamenco de finales del XX y comienzos de XXI, renovándolo e influyendo en las actuales generaciones de artistas. Vamos a escuchar La leyenda del tiempo, la letra es un poema de García Lorca. (SE ESCUCHA DICHO CANTE).
Muchos han sido, en efecto, los poetas cultos que han escrito para el flamenco como Francisco Moreno Galván: “Que se me abrieran las carnes/ y me partieran los huesos, /antes de llevar esta pena/ que no resiste mi cuerpo”. Lo canta con mucha verdad por tonás José Menese. Para este cantaor de La Puebla de Cazalla ha puesto versos el cartagenero Ginés Jorquera, esposo de la flamencóloga Génesis García.
Las letras son importantes en el cante flamenco pero la música es ya de por sí muy expresiva, tanto que pega pellizcos en el alma. Quizá no haya otra música más fieramente radical sobre la faz de la tierra. Unos sonidos construidos a lo largo de los siglos por payos y gitanos venidos desde la lejana India hace quinientos años, judíos, árabes, el canto gregoriano, aportaciones del folklore del Campo de Cartagena y de los campos almerienses en los cantes de las minas, del folklore asturiano o gallego en la farruca y el garrotín. Unos materiales musicales heterogéneos, milenarios, y una poesía popular pero que cristalizan en arte flamenco desde hace apenas dos siglos, cargándose de una intensidad dramática y hondura que gustará tanto que hayan expectores dispuestos a pagar por ello.
Nace en los albores del XIX nuestro cante y a la vez su mercado: academias de baile, cafés cantantes, festivales, discografía. Hace unos años estaba en Estambul y el almuacín desde el alto minarete de una mezquita llamaba a la oración con un canto que atravesaba la tarde. Sonaba a siguiriya. Celebremos el encuentro de tantas razas, creencias y vivencias en torno al arte que nos hermana porque todos sufrimos y gozamos bajo un mismo sol y una misma luna.
Nace en los albores del XIX nuestro cante y a la vez su mercado: academias de baile, cafés cantantes, festivales, discografía. Hace unos años estaba en Estambul y el almuacín desde el alto minarete de una mezquita llamaba a la oración con un canto que atravesaba la tarde. Sonaba a siguiriya. Celebremos el encuentro de tantas razas, creencias y vivencias en torno al arte que nos hermana porque todos sufrimos y gozamos bajo un mismo sol y una misma luna.
El flamenco como toda manifestación que viene del pueblo canta a la amada: “No sarga la luna/ que no tíe pa qué; / con los ojitos de mi compañera/ yo m´alumbraré.” Otra: “Al infierno que te vayas/ me tengo que ir contigo/ porque yendo en tu compaña/ llevo la gloria conmigo”. “Yo te estoy queriendo a ti / con la misma violencia / que lleva el ferrocarril”. No es de extrañar, por tanto, que con tanta pasión amorosa el amado le proponga a su amada la fuga, el tradicional “llevarse a la novia”: “Esta noche voy a ver/ la voluntad que me tienes; si no te vienes conmigo/ es señal que no me quieres.”
La madre es uno de los grandes temas del jondo. Su ausencia duele: “Por aquella ventanita/ que al campo salía, le daba voces a la probe de mi mare, y no me respondía”. Con idéntica temática hallamos otra de resonancias románticas, pereciera escrita por Gustavo Adolfo Bécquer. Por cierto, el poeta sevillano era aficionado al cante cuando este nacía: “En la tumba de mi mare/ a dar gritos me ponía, / y escuché un eco del viento / no la llames, me decía, / que no responden los muertos”.
El amor a la madre pero también el amor de la madre o del padre a los hijos desamparados. Un tema siempre de actualidad desde que el mundo es mundo: la inmigración y la demanda de auxilio: “Yo no soy de esta tierra / ni conozco a nadie, el que haga un bien por mis niños / que Dios de lo pague”.
La maldición a veces aparece súbita como amenaza: “Permita Dios que te veas/ sacando aguita de un pozo/ y con el cubo no pueas.” Las cuadrillas aguilanderas han cantado en Navidad maldiciones cuando los de la casa no abrían sus puertas para obsequiarlos. Yo mismo la he cantado: “El aguilando te pido/ si no me lo quieres dar/ Dios quiera que se te seque/ la viña y el melonar”. Otras versiones dicen “la tripa del cagalar”.
Pero todo no es trascendencia y gravedad. Hay letras con gran sentido del humor, pícaras como estos fandangos de Lucena: “La mujer que a su marío/ toma en aborrecimiento, o está loca del sentío, / o es que quiere otro instrumento/ que le dé mejor sonío”. Una chufla: “Compadre, he visto un toro/ en la plaza de Jerez, / compadre, si usted lo viera, / todo se parece a usted.”. Los cuernos aparecen en una sevillana: “Al llegar a la casa/ dijo el marido: / o la puerta ha achicado/ o yo he crecido”. También se puede cantar por sevillana o liviana: “El viejo que se casa/ con mujer niña, / él mantiene la cepa/ y otro vendimia”.
A veces la cornamenta se consiente como dice la bulería por soleá: “Mete en la cama al que quieras, / pero, por Dios, no me eches/ que hace frío fuera.”
Y es que hay mujeres que, como se suele decir, son ligeras de cascos, fáciles para los hombres. Lo cuenta la copla: “Tu eres mu loca: / Eres como las campanas, / que toíto er mundo las toca”.
En estos campos se ha cantado el cante de la trilla. A Luciano, un campesino que vivía en Roldán, cerca de Lo Ferro, le grabé: “Como quieres que vaya/ de noche a verte/ si le temo a tu madre/ más que a la muerte”.
El maestro Juan Abellán de San Cayetano me cantó otra trilla: “Arre mulica torda, Campanillera. / A la hija del amo, / quien la cogiera”. Cuando se traillaba se cantaban estos cantares de musicalidad monótona y solían comerse brevas y tragos de anís.
En nuestra tierra los troveros con sus quintillas improvisadas aportaron muchas letras para ser cantadas por tarantas, cartageneras, mineras o fandangos. En mi pueblo, La Palma, nació en 1865 el rey de los troveros, José María Marín. “Los mineros son leones / que bajan enjaulados, / trabajan entre peñones / y allí mueren sepultados / dándole al rico millones”. Los cantes de las minas expresaron la protesta social y política en unos momentos, finales del siglo XIX, en que los trabajadores se organizaban en sindicatos para defender sus derechos.
El unionense Pencho Cros cantaba esta minera, letra de Enrique Hernández Luike: “Ví un minero en la cantina/ con muchos conocimientos. / El que trabaja en la mina / conoce el mundo por dentro / y lo demás lo adivina”. Esta otra quintilla es del trovero Ángel Roca y la cantaba también Pencho: “El día que yo me muera/ que me entierren en La Unión, / y todo aquel que me quiera, / no me rece una oración / que me cante una minera”.
Muchas gracias y Buen Festival porque De Flamenco Vá.
JOSÉ SÁNCHEZ CONESA
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